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Diario de un secuestro

El 19 de julio, Ángel Di María interrumpió sus vacaciones para desahogarse: «¿Por qué no se la agarran con los que no quieren que vuelva? Gracias», lanzó en Instagram.

El presidente del Canalla, Gonzalo Belloso, confirmó que «Fideo» continuaría en Benfica: «No sentía las garantías de seguridad para él y su familia».

Con solo 30 años, Alejandro Ficcandettii, alias «Rengo», estaba por alcanzar su máximo sueño. Como tantas otras veces, hizo la previa en las inmediaciones de la cancha de Newell’s, pero ese día se movía más suelto, con el pecho inflado, con aire de superioridad por saberse el flamante jefe del paraavalanchas. Un anhelo que persiguió desde chico. Un lugar para el que tuvo que mancharse las manos. Gracias a él, amenazas mediante, Angelito no regresaba a Rosario Central. Él había hecho su parte, ahora Los Monos debían hacer la suya: «Yo siempre cumplo lo que prometo. Yo siempre les hice la guerra a los ‘sin aliento’. El martes vamos a estar nosotros en la cancha».

Ese 23 de julio, Newell’s empató sin goles con Independiente Rivadavia de Mendoza.

Ese fue el primer partido de Ficcadenti al frente de La banda de la Lepra. También el último: a las 48 horas, el fiscal Pablo Socca ordenó arrestarlo a él y a su segundo, Sergio Di Vanni,

alias «Bebé», aunque era 13 años mayor que él. El motivo: precisamente, la amenaza contra el campeón del mundo.

En los allanamientos, la Policía de Santa Fe les encontró un cuaderno Avon de la edición del glaciar Perito Moreno con infinidad de anotaciones, a las que tuvo acceso ENCRIPTADA. De puño y letra, estos barras llevaban los registros de sus «servicios». Entre otras cosas, era el diario de un secuestro; también, la contabilidad de la mafia. Los mensajes de texto, los audios y las capturas de pantallas -algunos borrados- completaron un rompecabezas llamado Gastón Tallone, un empresario vinculado a la Terminal Portuaria Concepción del Uruguay (TPCU).

Ficcadenti comenzó a planificar el secuestro de Tallone, al menos, desde el 13 de junio. Ese día, recibió un mensaje de Los Monos por el «servicio»: pedir ayudar a «alguien de las fuerzas» para conseguir las direcciones de familiares de la víctima para «ir a cobrar», es decir, vengarse por el robo de 340 kilos de cocaína en aquel puerto de Entre Ríos.

Finalmente, los hombres de Ficcadenti, ayudados por un socio y un exsocio de Tallone, lo secuestraron el 8 de julio, ante las cámaras de seguridad de Nación Servicios, una empresa del Banco Nación, ubicada en Anchorena 454, en la zona del Abasto. La propia víctima pagó 100 mil dólares para que lo liberaran esa misma noche, pero no fue suficiente: dos rosarinos lo llevaron a un rancho de Ingeniero Maschwitz.

A la madrugada se perdió su rastro.

Para siempre.

Después, llegaron los primeros mensajes extorsivos a la familia de Tallone. Una de esas amenazas, como demuestra la foto que ilustra esta nota, los barras de Newell’s la escribieron en el cuaderno Avon.

Rezaba: «Cumpa, tu papá dice que tiene un embarque llegando de Japón con la nuestra. El que sabe todo es Matías, su amigo. Dice que se comuniquen con el ‘Pelado’, que tiene 300 lucas que le deben a él y que las cobraba la semana pasada o esta. Si no que le pida al joyero que adelante plata. Vendan vehículo o propiedad para juntar la nuestra. Saldadas las deudas, lo largamos. Es corta esto. Solo queremos lo nuestro. Baten la cana y se termina todo acá y nunca más nos vimos”.

Al principio, el expediente estuvo a cargo del juez federal Pablo Seró y la fiscal Josefina Minata, ambos de Concepción del Uruguay, quienes ya investigaban a la víctima por narcotráfico. Ellos contaron con la colaboración del fiscal Santiago Marquevich, de la Unidad Fiscal Especializada en Crimen Organizado (Ufeco). Luego, como el secuestro sucedió en Buenos Aires, el caso pasó a manos de la jueza federal María Servini y el fiscal Carlos Stornelli.

Por el secuestro con final oficialmente incierto, el juez Seró procesó con prisión preventiva a José Uriburu y Juan Carlos Miró,

el exsocio y el socio, respectivamente, que lo traicionaron, instigados por Los Monos.

Tras la incompetencia, la jueza Servini indagó a Ficcadenti y Di Vanni, quienes ya estaban en la cárcel, justamente, por la amenaza a Angelito; y también a Gustavo Juliá. Los detectives llegaron hasta este narcotraficante, famoso por aterrizar un jet con 944 kilos de cocaína en 2011 en España, porque con su teléfono compró dos colchones por Mercado Libre.

En paralelo, la magistrada ordenó arrestar a Mauricio Zabaleta

, alias «Harry», por hacerse pasar por los secuestradores de Tallone, extorsionar a la familia e intentar sacarle más plata. Y eso que era amigo de la víctima. «Harry» es hermano de Juan Zabaleta, más conocido como «Juanchi», exintendente de Hurlingham y exministro de Desarrollo Social del gobierno de Alberto Fernández.

Del secuestro de Tallone participaron, al menos, tres barras más.

Uno durmió una noche en una casa de Juliá.

Gentileza Encripdata.

 

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